miércoles, 7 de diciembre de 2011

Después del 20-N

Julio Anguita Gónzalez

Escribo estas líneas en la tarde del llamado Día de Reflexión. Afortunadamente no tengo que utilizar ese tiempo concedido para terminar de calibrar una opción ante las urnas. Mi decisión de voto hace tiempo que está tomada.

Sin embargo hay algo que me preocupa y que va más allá de los resultados de mañana: el nuevo- viejo escenario que se anticipa y la capacidad de organización, resistencia y alternativa de los que hace tiempo están siendo las víctimas de esta crisis: los de abajo. Son los que votando PP van a sufrir igualmente las consecuencia de los designios ineluctables de los mercados, son los que han optado por un PSOE desarbolado y que se aferran al último de los autoengaños: el giro de Rubalcaba; igualmente para ellos serán los recortes, las privatizaciones y la permanencia en un escenario sin horizonte.

Los dos partidos mayoritarios se han instalado, hace tiempo, en una lógica que conduce inexorablemente a esta política económica. Cualquiera que lo hiciera, incluso la misma IU o el PCE, acabarían transitando por la misma vereda y con los mismos bagajes programáticos: los del desmantelamiento de las conquistas sociales alcanzadas con tantos sufrimientos.

Ante nuestros ojos se está desarrollando un proceso más que inquietante, la consolidación económica, social, política, cultural y de valores de un fascismo financiero. Los contenidos de los conceptos Justicia, Democracia, Bienestar, Constitución, Igualdad, Legalidad y Solidaridad han sido abducidos hacia el mundo de lo quimérico. La palabra Mercado se usa con el mismo énfasis y la misma unción que los fascismos usaban la palabra Patria. El Destino atribuido por los dioses a una raza, un país o a una cultura es ahora sustituido por una nueva fuerza a la que es imposible oponer resistencia: la Competitividad. Los sacrificios, otrora demandados a los pueblos para estos alcanzaran la condición de realización plena que nunca lograban, se demandan ahora para conseguir una situación que así nunca llega ni llegará: la creación de empleo.

El fascismo como expresión política, jurídica y cultural del capitalismo en situación de crisis no es sino un Estado de Excepción total y global que suspende garantías jurídicas, sociales, laborales y derechos políticos. ¿Qué otra cosa es lo que estamos viendo en la Europa de la UE? Y de la misma manera que en los fascismos todo gira en torno a una minoría económica detentadora de la riqueza y de los frutos del expolio producido por la excepcionalidad, hoy los poderes financieros dictan a los gobiernos leyes, normas, políticas, procesos y conminan con sus ucases a los ya teóricos representantes de las también teóricas soberanías nacionales.

Como todo proyecto global con pretensión y vocación de hegemonía indiscutible, este fascismo financiero tiene y desarrolla una lógica que informa todo su despliegue. Supedita todo a la entronización de su concepto de Economía. Introduce en las mentes de las personas dominadas posturas de sumisión y de aceptación acrítica plasmadas en unos contravalores propios de la jungla social. Contamina el lenguaje hasta el punto en que los diccionarios se ven impotentes ante este fenómeno que destruye el hasta ahora nexo indisoluble entre las palabras y su significado. Subvierte el mundo de los valores y de aquellas virtudes cívicas que fundamentan la ciudadanía.

Creo que la mayoría sabe lo que va a ocurrir tras el 20-N; no importa quien gane las elecciones; la decisión está tomada por quienes pueden; al nuevo Gobierno solo le resta aplicarla. Por eso considero absurdas las críticas a Rajoy acerca de sus silencios sobre las medidas a tomar ¿Es que acaso no las gritan ya hasta las piedras? Los integrantes del nuevo Gobierno saben ya lo que deben hacer y las dificultades con las que tendrán que lidiar. Se ha estado preparando para ello.

Pero la pregunta inquietante es la que se nos hace a nosotros ¿Sabemos lo que debemos hacer? Y este nosotros hace referencia al PCE, a IU, a las otras organizaciones políticas, sociales, culturales y alternativas. ¿Creemos que tras el 20-N se va a reanudar la normalidad institucional y política? Si así lo pensamos es que no hemos caído en la cuenta de que estamos ante un efectivo Estado de Excepción. Y no vale el latiguillo o la frase hecha de que potenciaremos las movilizaciones y las acciones de protesta en la calle. Hoy por hoy no está el horno para bollos.

La historia del PCE ha sido la de asombrosa capacidad de crecerse y de plantear a la sociedad una línea de actuación en tiempos de extrema gravedad. Estos lo son. Y lo primero que debemos tener en mente es la justeza de ese mensaje lanzado desde el 15-M: la pelea es entre los de arriba y los de abajo; y llamo de arriba no solo a los que detentan realmente el poder sino a los que desde la tribuna, la cátedra, la información, la política o las instituciones defienden los presupuestos económicos e ideológicos de ese poder.

Toda reposición de fórmulas acerca de la derecha, la izquierda, los sindicatos, etc. que se asienten en la época anterior ya no sirve- porque solo hay vacío, cuerpos sin alma, máscaras de museo etnográfico.

Creo que sería un error de los que se pagan con usura el elucubrar sobre los datos institucionales y sus posibles resquicios. Desde el día 21 alguien deberá Convocar o preparar una autoconvocatoria para poner en marcha un proceso constituyente a nivel del suelo, a nivel social y político que establezca su trabazón en torno a media docena de propuestas económicas, democratizadoras y de regeneración ética. Y ese alguien debe hacerlo dando una señal inequívoca de adecuación política y organizativa para la nueva situación: los de abajo contra los de arriba. A un Estado de Excepción se responde con otro.

Continuar como si nada hubiera pasado no es solo un error, es también un crimen.

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